- Estar
atento. Observar, escuchar e interesarse para detectar cambios en la situación
de la persona usuaria. Ser receptivo ante cualquier forma de expresión e
intento de comunicación y fomentar la aportación de ideas y valorarlas. Éste es
un aspecto fundamental, ya que del trato prestado a las personas residentes
dependerá que se sientan bien acogidas en un primer momento y que nuestras
intervenciones con ellas tengan éxito.
- Ser
amable y comprensivo. Tratarles con amabilidad y comprender la situación vital
en la que se encuentran. No perder los nervios y hacerles sentir cómodos.
Agradecerles lo que hacen.
- Mostrar
buena voluntad de ayuda. Mostrarse servicial pero diferenciando la verdadera
necesidad de ayuda y fomentando la independencia supervisando a la persona
usuaria en su terapia rehabilitadora. Tener paciencia y no intervenir sin antes
darle la oportunidad de hacer las cosas por sí misma.
- Evitar
relaciones de dependencia. La prestación de servicios con familiaridad no debe
provocar que de la confianza excesiva entre la persona usuaria y la persona
cuidadora resulte una pérdida de autoridad profesional por parte del este
último.
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